jueves, 12 de abril de 2012


EXPERIENCIA EN LA HERMANDAD DEL SIERVO SUFRIENTE


Seguramente la hemos vivido muchas veces, sin advertir la profundidad que encierra. Una experiencia con nuestros hermanos que han sido desechados de la sociedad y abandonados a su suerte. Sin embargo, siempre han surgido personas dispuestas a seguir los pasos de Jesús y su estilo de vida. Aquí una experiencia de aprendizaje con ellos.

Muchas veces vivimos de forma apresurada, sin preocuparnos de la situación de los demás o de los desgarros que uno puede causar en el corazón de los otros. La indiferencia o el desinterés nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la esfera privada. La experiencia de vida en y con la hermandad del Siervo Sufriente nos exhorta a estar atentos los unos a los otros, a no ignorar la vida de los hermanos que puede llegar a ser, si lo dejamos, nuestro pecado más grave.

Hablamos mucho de solidaridad, pero olvidamos la fraternidad. Sólo la fe nos hace descubrir en el otro a un hermano. «Si cultivamos esta mirada de fraternidad; la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón». La compasión nos llevará a descubrir las necesidades materiales de los demás, pero también nos descubrirá sus fallos morales, y es ahí, donde asertivamente ofrecemos el don de la corrección fraterna.

Si no nos amamos los unos en los otros, entonces "La sociedad puede llegar a ser sorda, tanto en los sufrimientos físicos, como en las exigencias espirituales y morales de la vida".

Humanamente no podemos vivir aislados de la realidad. Cristianamente, sabemos que pertenecemos a un mismo cuerpo. «Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación». Mis pecados envenenan el aire que los demás respiran. Los pecados de los demás son zancadillas que dificultan mi camino, pero su bondad me acompaña y me anima. Todos colaboramos a mantener la esperanza de los demás.
"Es importante tener un estímulo de caridad y de buenas obras". Reconocer que el estímulo al bien es la clave de la caridad y de la fraternidad. No hemos sido puestos en el mundo para acomodarnos en la pereza. Hemos sido llamados a caminar juntos en la santidad. "El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios".

Hay que superar la tentación de la tibieza y recordar nuestra vocación a la santidad. No todo lo que somos se reduce a las obras que hagamos. Pero no podemos dejar de practicar el bien, teniendo en cuenta que el bien ha de ser bien realizado.

"Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10)".
El día 5 de febrero viajé a Natabuela para pasar unos días en la hermandad del Siervo Sufriente, cuando llegué la primera impresión que tuve fue al mirar a Maritza una niña de tres años dando de comer a Juan Diego de 60 años que tiene sus extremidades inferiores paralizadas. Le saludé con cariños y ella me sonrió mirándome con sus grandes ojos negros que sólo irradiaban ternura y felicidad; y, Juan Diego no se quedó atrás también festejó mi llegada con una risotada. Continué saludando a todos, sobre todo festejando mi alegría de encontrarme nuevamente en esta Hermandad.

Este primer día fue una experiencia inolvidable porque hacía mucho tiempo que no los visitaba. Me encontré otra vez con la hermandad que vive el amor de Dios en medio del sufrimiento y la realidad de cada miembro, unos están felices, otros quejosos por el dolor que causan sus males físicos, otros dedicados al trabajo abundante de todos los días… todos ellos agotados pero siempre con un rostro resplandeciente lleno de felicidad.

Así, todos los días que estuve con ellos fue muy grato para mi vida, una experiencia inolvidable, porque fui para estar con ellos, porque es muy fácil ir y refugiarme en el trabajo o ponerme realizar otras cosas, pero es muy difícil tener paciencia a los que han tenido que sufrir los achaques de la vida, pues tienen comportamientos diferentes que a veces es difícil comprender y sonreír de buena gana.

Finalmente quiero decir que ha sido tiempo de acción de gracias a Dios por regalarme esta vocación y poder estar con sus preferidos, sirviéndoles a tiempo completo al menos en estos días, para descubrir su realidad y de este modo afianzar mi carisma, sobre todo, el servicio a los más desposeídos y abandonados de la sociedad.
De alguna manera sería poner en práctica mi reflexión personal obtenida en la oración, en los estudios teológicos, en el apostolado, en la fraternidad y obedecer a lo que el espíritu de Dios me está llamando. En esta experiencia tuve la oportunidad de trabajar devotamente, sin apagar mi espíritu de oración, y sin condicionar la fraternidad con un programa propio de actividades, sino más bien estar con ellos, no porque me necesitan, sino porque me siento parte de ellos.

Con esto, deseo afianzar mi llamado a ser fraile con votos evangélicos sobre todo teniendo en cuenta la gratuidad que tiene Jesús con nosotros para hacernos cada día más hermanos y hombres preocupados por su Reino desde un estilo de vida propio y concreto.

    Att: Teófilo Córdova
POSNOVICIO CAPUCHINO

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