La tercera gran familia franciscana surgió del tronco de los Hermanos Menores Observantes en 1525, apenas 8 años después de que éstos obtuvieran la total separación y el primado jurídico sobre los Conventuales. Para entonces los Observantes eran ya varias decenas de miles en todo el mundo y la evolución interna y los fines apostólicos los habían llevado a una situación nueva, muy diferente de los humildes comienzos en eremitorios y pequeños conventos. Era, por tanto, inevitable que alguien, desde dentro, reivindicase el derecho de observar la Regla a la letra, con todo su rigor. Eso es lo que hicieron el joven sacerdote Mateo Serafini de Bascio (1495-1552) y los hermanos Ludovico y Rafael Tenaglia, de la misma familia observante, la cual hizo todo cuanto pudo por reabsorberlos y contener la hemorragia. De nada sirvieron cárcel, fugas y otras peripecias de los primeros tres años: el 3 de julio de 1528, por mediación de la duquesa de Camerino Catalina Cybo, sobrina del papa, Clemente VII les concedió la bula "Religionis zelus", que marca el nacimiento de la familia Capuchina. Entre otras cosas, el papa les concedió vestir el hábito con capucho piramidal y llevar barba, como signo de pobreza, sencillez y austeridad.
Recibida la bula papal, otros frailes de la Observancia se unieron a ellos, tales como Juan de Fano, Bernardino de Asti y Bernardino de Ochino. En 1536, los "Hermanos o frailes menores de la vida eremítica", que así se llamaban entonces, ya eran 500 y, sorprendentemente, 3.300 en 1571. Ni la obstinada oposición de la familia de origen, ni la clamorosa defección de su vicario general Bernardino Ochino, que se pasó a la herejía protestante, impidieron que la nueva reforma siguiera creciendo a la sombra de los Frailes Menores Conventuales, a cuya jurisdicción se acogieron antes de conseguir de Pablo V, en 1619, la facultad de disponer de Ministro General propio, con plena autonomía. Para entonces eran ya un ejército de 14.000 religiosos comprometidos en todos los campos del apostolado católico, principalmente en la asistencia a los apestados y en el ministerio de la predicación popular.
Evolución de la Orden
También para ellos, como era previsible, la entrada en masa en el apostolado activo misionero, caritativo-social y -más lentamente- científico, supuso una evolución interna; sin embargo, a lo largo de la historia franciscana, los Capuchinos han representado siempre la línea más rígida y austera. Es más, para evitar fáciles concesiones y contradicciones con la pobreza en cuestión de iglesias y conventos, ellos son los únicos que se dotaron enseguida de una legislación concreta y minuciosa, prescribiendo que "las iglesias sean pequeñas, pobres y honestas... según la santísima pobreza... Y para este fin se ha hecho un pequeño modelo, según el cual se construirán".
Por su apostolado caritativo y social, los frailes Capuchinos han sido siempre bien acogidos por el pueblo, como bien refleja el escritor italiano Alejandro Manzoni, que en su célebre novela "Los novios" alabó admirablemente su capacidad de penetrar en el corazón de las clases más humildes. Por su afabilidad y disponibilidad y por el modo de trabajar y de vivir son conocidos también como "frailes del pueblo".
La Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, pese a su notable difusión en todo el mundo (ver estadísticas) y en tierras de misión, no escapó a los movimientos revolucionarios y a las desamortizaciones de los últimos siglos. Sin embargo, una rápida reorganización de los colegios y una providencial expansión misionera les ha permitido, como a las demás familias franciscanas, una vigorosa recuperación. Además, son numerosos los beatos y santos capuchinos, el último de los cuales, y el más popular de todos, es el P. Pío de Pietrelcina, canonizado recientemente por Juan Pablo II.
Presencia y actividad hoy en el mundo
Hoy los Capuchinos desarrollan también una intensa labor científica y cultural a través del colegio Internacional San Lorenzo de Bríndisi, que es como su ciudadela de los estudios superiores y universitarios. En su nueva sede se encuentra también ahora el Instituto Histórico de la Orden, que edita los "Monumenta Historica" la "Bibliotheca Seeraphica-Capucina", la "Colectanea Bibliographica Franciscana" y otras obras de excelente calidad científica. En el mismo complejo se ha instalado también la rica biblioteca central de la Orden y un museo franciscano único en su género, con más de 20.000 piezas (pinturas, esculturas, cerámicas, monedas, medallas, sellos, grabados, etc.) que dan testimonio de la multisecular historia franciscana en todos sus aspectos.
Los Capuchinos presiden también el Instituto de Espiritualidad promovido por ellos en el Ateneo Antoniano, son Penitenciarios Pontificios en la Santa Casa de Loreto y en la Basílica de San Lorenzo extramuros de Roma y dirigen el Pontificio Colegio Etíope en el Vaticano. Su curia general tiene la sede en Roma, en Vía Piemonte, 70.
Los capuchinos se distinguen por el capucho largo, del que les viene el nombre, por la barba y las sandalias, además de la cuerda característica de todos los franciscanos. El color marrón o café del hábito fue adoptado en los comienzos del siglo XX.
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