jueves, 3 de marzo de 2011

EL YO Y EL TÚ
La comunicación se da cuando el Yo entra en relación con el Tú. El Yo es todo lo que está dentro de la persona, y el Tú es la otra persona que esta fuera del Yo. De esta relación nace el nosotros, la pluralidad, la comunidad, la sociedad, etc.






Tanto el Yo  como el Tú:
*      Es Único
*      Es Original
*      Tiene una propia intimidad
*      Y su soledad
Al relacionarse el Yo con el Tú, se da una confrontación o  choque de la singularidad, originalidad, intimidad y soledad del Yo con la singularidad, originalidad, intimidad y soledad del Tú. De ahí que las relaciones humanas y la comunicación se hacen difíciles. Debemos tener claro que cada persona es única, irrepetible, distinta de los demás. Cada persona es ella misma y no hay otra igual a ella. Cada persona guarda dentro de sí algo que no puede expresar, es su propia intimidad. Nuestros pensamientos, deseos profundos, son realidades espirituales, abstractas que no podemos expresar con el lenguaje material; por  más que quisiéramos, no podríamos lograr comunicar en profundidad todo lo que somos, sentimos y pensamos. Por eso debemos respetar la intimidad del otro, y el otro respetar nuestra intimidad.
Tanto el Yo como el Tú deben asumir su propia identidad: la herencia, los genes y todas las mediaciones que marca nuestro ser: raza, sexo, cultura, religión…
El ser humano se comunica por medio de las ideas, pensamientos, raciocinios; sentimientos, afectividad y a través del cuerpo. Para una  buena comunicación es necesario, primero conocerse para lograr conocer a la otra persona; pero no solo conocernos, sino aceptarnos con todo lo que tenemos de plenitud y de indigencia para poder aceptar al otro.
Las personas somos muy complejas y no todos percibimos e interpretamos las cosas de una misma manera.
Ante las barreras en la comunicación, para que ésta sea fluida, miremos los dos aspectos de la persona: las cualidades y  los límites. Con esto quiero decir que debemos asumir nuestra propia identidad, pero respetando siempre la diversidad de los demás; con una aceptación plena de sí mismo, sin pretender vivir en función de otros modelos.
En la raíz de todo está el hecho de aceptarme a mí mismo. Tengo que estar conforme con lo que soy: conforme con poseer las cualidades que tengo: conforme con mantenerme en los límites impuestos. Esta aceptación, hecha con sinceridad y valentía, constituye el fundamento de toda la existencia.
  
Atentamente,
Hno. Saúl Cadena

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