jueves, 3 de marzo de 2011

VIVENCIA EN NATABUELA


VIVENCIA EN NATABUELA
Hermandad del Siervo Sufriente

            Después de conocer a Teresita, llegar a la Hermandad del Siervo Sufriente en Natabuela – Ibarra y haber estado compartiendo con los colaboradores y las personas acogidas en la Hermandad, es imposible no contar esta historia, una historia entre el dolor y la alegría, entre la miseria del drama humano y entre la abundancia y la generosidad de la que habla el corazón.  Esta también es una historia rodeada de hermosas montañas y gente acogedora que sabe hacerte sentir como en casa.
            Llegar a esta casa de acogida es llegar a conocer a las más de quince personas que Teresa Rivera, laica y oriunda de Natabuela, ha acogido durante ya diez años.  Niños y adultos con hipertrofia muscular, síndrome de down, personas totalmente abandonadas y en la extrema pobreza, son algunos de los casos que podemos encontrar en la Hermandad.
            Sin embargo, uno también puede llegar a vivenciar la alegría de servir a estos hermanos y de reencontrarse con una nueva y nutrida familia. 
            Entre las personas que encontramos está Margarita, Ana María, Calixto, Rosita, Juanita, Lolita, Gilberto, Carmelita, Alejandrina, María del Carmen y su hijo Esteban.  Entre los niños están: Erika, Gloria, David, Anita Carolina, Maritza y muchos otros que han sido atendidos a lo largo de estos años.
            De igual manera, entre los colaboradores, tenemos a personas muy identificadas con sus raíces indígenas, amigos y familiares de Teresita e incluso personas del extranjero que buscan hacer misión en nuestro país.  Inclusive, ya son algunos los hermanos capuchinos que han pasado por la hermandad como parte de una experiencia solidaria, pero hemos experimentado que el amor recibido en Natabuela y el ir redescubriendo el rostro de Cristo en los más pobres, nos seduce y cautiva.
            ¿Pero qué hicimos durante el tiempo transcurrido en la Hermandad? – La labor empieza alrededor de las 6:00 am, bañando a los niños, mientras otros los cambian de ropa y les ponen el pañal, después siguen las personas mayorcitas y a veces  nos toca convencer algunos que no les gusta bañarse. También se prepara el desayuno y después una persona se encarga de dar la medicina. Inmediatamente hacemos la oración de la mañana, mientras otros preparan el almuerzo, otros limpian el piso o lavan el montón de ropa y si hay algo de tiempo se pasea con algunos de ellos.
No faltan los casos de emergencia, donde nos ha tocado hacer guardia acompañando algún enfermito en el hospital de Atuntaqui. También jugamos, cantamos, volvemos a cambiar de pañal, los llevamos al baño, algunos les damos de comer en la boca y siempre alguien se tiene que quedar velando buena parte de la madrugada cambiando de posición en la cama a algunos para que no les salgan escaras, volviendo a cambiar de pañal, llevando a otros al baño e incluso trapeando el piso a las tres o cuatro de la mañana por algún incidente ocurrido a esas horas.
Estar en la Hermandad del Siervo Sufriente, es estar en familia con personas que prestan su tiempo para cocinar, hablar con las personas acogidas en dicho lugar, darles ánimo, recordarles lo importantes que son, recibir o dar un masaje reparador y compartir las alegrías y tristezas que se suscitan en cada ser humano.
Conocer a Teresita, una persona que lo dejó todo para  acoger en su casa a los marginados, excluidos, enfermos y hacer de ellos una familia y siempre servirlos con amor. Es presenciar el testimonio viviente de una mujer que inspira el salir de uno mismo e ir en busca del más necesitado.  Estar en la Herman-dad es vivir la expe-riencia del samarita-no en fraternidad, a-mor y humildad.

Por Héctor J. Atocha.

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